menu deslizante

lunes, 19 de diciembre de 2011

San Miguel es pequeño para la Esperanza


Informa: Pepe Vegazo para La Voz Digital

Ni San Miguel es suficiente. Por más grande que fuera el templo, por más hermosas que fueran sus paredes, por más acogedores que sean sus inquilinos... Ni San Miguel fue suficiente para albergar tanta Esperanza. Se volcó la parroquia, puso todo de su parte el párroco de San Miguel y la hermandad de la Yedra consiguió sentir las centenarias piedras de la vieja parroquia como algo propio. Llegó la Esperanza como una hija inquieta a una casa tranquila, y revolucionó las formas y las maneras de sentir, de vivir... Llegó a San Miguel la Esperanza recordando que sin Ella, nada tendría sentido, y lo hizo en la festividad de la expectación, en cuarto domingo de adviento. María, al fin, como centro de la Navidad cristiana. María, en el corazón de su barrio. La Esperanza, en San Miguel.

Se llenaron las naves catedralicias para la función solemne, y el besamanos posterior fue ya un hervidero de devoción incontrolada, un torbellino de oraciones partidas por alguna saeta espontánea, por alguna plegaria escondida. Puso todo San Miguel. No guardó nada la parroquia. El Santo Crucifijo, imponente, custodiaba el manto de su Madre de la Esperanza de la misma manera que hiciera en 1963, en una visita anterior de la dolorosa a su parroquia. El altar, revestido con las galas y honores de las mejores ocasiones, presagiaba día grande de la parroquia. María Santísima de la Encarnación lucía su corona de oro, la que le encargaron sus propios hermanos, en presagio de una coronación canónica que se ha hecho más visible que nunca estos días en San Miguel.

Los regalos

Fue en el transcurso de la eucaristía cuando llegaron los primeros detalles de cofradía grande, de hermandad de barrio señorial. Recibió con afecto el regalo de la hermandad de las Tres Caídas, una cruz pectoral espectacular de manos de la junta de gobierno de la hermandad del Miércoles Santo. Su hermano mayor, Francisco Bazán, quien restaurara la imagen, observaba complacido desde su anónima enfermedad la escena cuando fue llamado por Ildefonso Roldán para besar las manos de la Esperanza, recibiendo una atronadora ovación de los hermanos de la Yedra que llenaban San Miguel. También habían recibido con júbilo la lectura del decreto que abre el expediente para otorgar la medalla de oro de la ciudad a la Esperanza de la Yedra.

Detalles, todos, que hablan de una coronación estudiada y pensada hasta el último detalle, y que tuvo su continuación cuando la dolorosa se apresuraba a salir de San Miguel. Allí, en la intimidad de los momentos previos, la hermandad del Santo Crucifijo regalo en nombre de la parroquia de San Miguel una réplica de plata de ley de su imagen titular a la cofradía de la Esperanza, y el párroco de la misma despidió a la Esperanza como Ella llegó siete días atrás, rezando el rosario, con la sensación general de que no deberían pasar de nuevo más de veinte años para ver a la Virgen de la Esperanza en San Miguel.

Estuvo siete días fuera de casa la Esperanza. La Plazuela la esperaba ansiosa... Pero se demostró, una vez más, que cualquier templo, incluida su capilla, se quedaría pequeño para acoger tanta devoción. La devoción que Jerez siente por Nuestra Señora de la Esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario